:: DOS ::


Cecilia Clara fue la mejor amiga de Lucía desde que llegamos a aquel mar de casitas que era como una isla en la ciudad caótica y ruidosa. Caímos allí justo la semana en que se desarrollaba la final de Marinera, el baile típico de la costa, y no había forma de encontrar alojamiento, pues todo estaba a rebosar por la fiesta, así que deambulamos entre la gente, mientras indagábamos alguna forma de pasar la noche.
Lucía se sintió mareada y se sentó en un ladito de la acera por la que caminábamos, apoyada en una pared de piedra. De inmediato, sin darme tiempo a agacharme para besarla y ver cómo se encontraba, una joven menudita, con el rostro absolutamente oriental, se acercó a ella para preocuparse por su estado.

- ¿Está bien, señora?, ¿quizás si le traigo un poquito de agua…?

Yo me acerqué y le agradecí con la mirada su preocupación, mientras le explicaba que llevábamos caminando más de cuatro horas en busca de alojamiento y que la fiestita de la Marinera nos había quitado cualquier esperanza de hacerlo, además de que resultaba imposible sentarse en algún restaurante a comer algo, pues todo estaba ocupado y había grandes colas esperando a comer allá por donde mirásemos.
Ella se presentó. Tenía una voz delicada que le iba a la perfección al corte oriental de su rostro, pero hablaba exactamente igual que Casiana, la chica que hondureña que cuidó de mis padres hasta sus últimos días… ese acento y ese tono de voz siempre me excitaron muchísimo.. y me gustó mucho oírle decir.

- Mi nombre es Cecilia, Cecilia Clara, y tengo una casita aquí al lado. No es muy grande, pues vivo sola, pero creo que podría acogerles en ella hasta que acaben las fiestitas de la Marinera. Si no les parece mal, claro, me encantaría compartir con ustedes.

Lucía la miró y pareció que su rostro rejuvenecía. Sonrió igual que me sonreía a mí cuando quería explicarme con los labios que me amaba, sin palabras, solo con esa sonrisa irregular puesta como un tesoro entre aquellas mejillas sonrosadas y simplemente aceptó su oferta con un…

- Cecilia Clara… es un nombre hermoso.

Nuestra primera comida fueron un par de picarones con miel sobre un platito blanco con orlas de color celeste adornando su borde.

- Los había hecho para celebrar el día con Ramiro, mi pretendiente… pero coman, coman ustedes, que hay suficiente para todos.

El bullicio constante era un fondo magnífico a nuestra primera noche, el bullicio y una luna perfecta dibujada en lo alto, una luna que podría haberla dibujado Chagall esa misma noche para hacer de aquel cielo una cúpula de catedral o el cielo raso del mejor palacio.

1 comentarios:

Dnc dijo...

Sr. Comendador... le aconsejo que JAMÁS se agache a besar a una mujer mareada... saldrá Vd. escaldado!! -jiji-
Estoy emocionada con las manzanas de caramelo, aunque sean para MZ -que las comparta, joé!-, y mira que yo siempre fui más de algodón dulce...

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